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¡Ché... bandoneón!

Autor/a: Carlos José Días Amestoy

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¿Qué el negro Melora un vago? Todo el mundo lo sabía, pero un vago bueno, más bien se diría que era un bohemio, de aquellos que les gusta agradar a los demás con sus habilidades, y el negro tenía la habilidad de interpretar muy bien el tango en su bandoneón. No había reunión a la que concurriera sin su instrumento y era muy poco rogado el negro. Bastaba una mueca, una señal, un pedido realizado en voz baja para que lo tomara y comenzara interpretando un tango bien rítmico, de aquellos que se bailaban en los barrios bajos entre compadritos y percantas. Era tanto su influencia en los círculos que frecuentaba que algún iluminado le propuso formar una orquesta con èl de director, y aceptó sin mucha vuelta, así que se dedicó a buscar músicos. Primero fue a ver al flaco Miraglia que había sido violinista de una orquesta sinfónica en épocas pasadas. Luego al tumbado Stinzo – llamado así por ser muy caído de hombros- profesor de piano y por último al petiso Medina que tocaba el violoncello como aficionado. A casi todos les gustó la idea menos al petiso. -¡Vos me ves a mí tocando el contrabajo! Dijo el petiso con fastidio, ¡Voy a ser el hazmerreír de todo el mundo! El asunto fue que al final lo convencieron, o lo convenció la idea de ganar algunos pesos. Luego vinieron los ensayos, conseguir partituras, vestimenta y por último darle nombre a la orquesta. Hubo varias propuestas, “Los galanes del tango”; ”Cuatro para el tango”; ”Señor tango” y “Dados blancos”. Este último nombre les gustó a todos. ¡Ya estaba formada la orquesta! Pero faltaba algo ¡El cantor! -¿Una orquesta de tango sin cantor? Preguntó el flaco, ¡No así no participo! Hubo entonces que hacer una selección y el negro se encargó de elegir entre algunos postulantes. Cuando lo presentó a sus compañeros hubo algunas reacciones. Canta bien, pero es muy feo – dijo el petiso. ¡No debemos olvidar que el cantor es la cara de la orquesta y si lo contratamos a éste la orquesta tendrá cara de mierda! Al final la elección recayó en un hombre joven muy pintón que tenía una voz grave. -¡Bien de macho! Como la calificó del petiso. ¡Y llegó el día del debut! En el galpón de la estación ferroviaria se realizó el baile organizado por el Club Social y Deportivo y la orquesta típica “Dados Blancos” hizo su presentación ante la numerosa concurrencia familiar en el baile denominado comúnmente “teneme el nene que voy a bailar” Nunca se lo había visto al negro más rebosante, si parecía que tras las arrugas del bandoneón, sus dientes brillaban como perlas, hasta que se largó a llover y se le borró la sonrisa. Claro como era un pueblo rural y hacía meses en que no lo hacía todos los bailarines concurrieron a la puerta a observar como descargaba una tormenta que hacía caer agua a baldes y aparte la persistente lluvia sobre el techo del galpón de chapa no dejaba oír los acordes musicales. Ese fue el debut de la orquesta. Realizaron varias presentaciones en pueblos vecinos y en uno de ellos el negro encontró a su amor, la Eulogia. Ella era muy morocha como él y bailaba muy bien vistiendo siempre pollera con tajo al costado y medias caladas. Al poco tiempo al compás de “La Cumparsita” se casaron. ¡Craso error el del negro! La Eulogia resultó ser una mujer muy celosa y permanentemente le hacía cuestiones por sus llegadas de madrugada luego de actuar con la orquesta. -¡Me tenés abandonada, nunca puedo salir, eso sólo ganaste esta noche, andá a saber con quien estuviste bailando, tienes perfume de mujer, etc. etc.! Pero el negro era vago pero fiel, solo tenía dos amores en su vida, el bandoneón y el tango. Un día al regresar muy de madrugada a su casa la Eulogia quiso terminar con sus amores drásticamente. Tomó una cuchilla de cocina y le propinó cuantas puñaladas pudo........ Hoy con los compases de la milonga “La puñalada” se puede observar a ese bandoneón que cuando se estira muestra un arreglo hecho con cinta adhesiva blanca. El negro ya no sonríe, ahora tiene cara de triste.


Fuente: www.loscuentos.net/cuentos/local/milonga/


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